Fracaso, éxito, crecimiento…

Muchos profesionales creen que para ser exitosos deben planificar hasta el mínimo detalle, o sea, no debe existir el margen de error. Se trata de profesionales con un alto nivel de auto-exigencia.

Los perfeccionistas pueden ser patológicos u óptimos. Los primeros solo aceptan lo que es perfecto. El otro, en cambio, se adapta a la realidad del entorno.

Por lo tanto, la diferencia entre estos dos personajes es que uno de ellos acepta la realidad con todas sus imperfecciones y altibajos y el otro simplemente la rechaza.

Continuamente escuchamos en todos los medios que lo único importante es ser feliz. Y la felicidad se caracteriza por alejarse de cualquier dificultad, evitando todas esas emociones no placenteras y rechazando todo tipo de fracaso. El fracaso es prohibido, nos aleja del estado de perfección y de placer. Pero en realidad la felicidad se absa en ser felíz simplemente aceptando la realidad, viendo o visionando las posibilidades dentro de las adversidades, batallando todos los días por alcanzar aquello que nos reconforta.

En cambio, el perfeccionismo rígido, apuesta al todo o nada, nunca hay matices de grises, todo es blanco o todo es negro, sin intermedios, se triunfa o se fracasa. Pero esta insaciable búsqueda de la perfección nos encamina hacia un recorrido lleno de sufrimiento e insatisfacción permanente.

El perfeccionista óptimo acepta y gestiona las emociones, incluso las menos placenteras y entiende que el fracaso no es el fin del mundo sino, simplemente, una nueva oportunidad de aprendizaje. Entiende que la felicidad tiene que ver con con la búsqueda de alternativas y beneficios que con los defectos y problemas.

No pasamos por la vida sin asumir desafíos, obstáculos y problemas, el verdadero éxito reside en saber superar estas instancias y salir airoso, de pie, con ganas de continuar y esperanzado en alcanzar la meta que se desea alcanzar.

Todo esto forma parte del aprendizaje, tanto personal como profesional. Muchos profesionales fracasan y no pueden salir de esa franja por el temor de volver a fracasar. Los científicos, por ejemplo, entienden que en le laboratorio experimentan tantas veces como fuera necesario hasta alcanzar el éxito.

La vida personal nos muestra a cada paso que la felicidad es algo que conquistamos todo el tiempo, podemos ser felices siempre, si entendemos que la felicidad es un estado de aceptación de lo bueno y lo malo y que seguramente es lo malo lo que nos hace más fuerte y nos permite desarrollar una serie de actitudes y competencias que nos acompañarán siempre, y que finalmente, serán las que aseguren nuestro éxito inminente.

El perfeccionista si no puede controlarlo todo no avanzara, y el aprendizaje, justamente, consiste en avanzar y superar obstáculos para aprender mucho más.

La verdadera felicidad consiste en aceptar la realidad, comprendiendo que somos imperfectos, pero tenemos la capacidad de aprender y superarnos.