El cambio siempre está latente

Se repite hasta el cansancio que las tecnologías aceleraron una serie de cambios en el ámbito laboral. Por su parte, la pandemia aceleró esta tendencia.

La verdad es que este tiempo puso en evidencia la necesidad de estar un paso delante de lo que puede suceder, anticiparse a las situaciones, demostrando la necesidad de estar siempre preparados para que este escenario cambiante nos beneficie, en vez de asfixiarnos. Para muchos es frustrante pensar el que no lo vimos venir.

Pero al pensar que aprendizajes se pueden generar para mejorar hacia adelante el futurismo se perfila como una disciplina que recibe cada vez más adeptos.

La imaginación nos permite visualizar mundos y situaciones posibles, muchas veces mejor que la realidad virtual. Pero el cerebro suele tener sesgos que producen trabas para intentar predecir el futuro.

Se suele pensar en el corto plazo y por eso nos esforzamos en centrarnos en el hoy, en las necesidades y problemas actuales. Priorizamos lo urgente y no sabemos cómo priorizar en perspectiva.

También solemos pensar el futuro como una extensión del presente, por eso, nuestra planificación suele fracasar, ya que pensamos que las condiciones serán iguales a las del presente.

La neurociencia nos dice que nuestro cerebro piensa de ese modo porque sería muy agotador analizar todos los escenarios posibles para tomar una decisión.

El pensar y practicar pensar en el futuro constituye una gimnasia cognitiva que estimula creatividad, la sensibilidad ante las primeras señales de cambio y sobre todo la humildad en una sociedad que requiere respuestas instantáneas en vez de buscar la mejor respuesta posible al diseñar todos los escenarios posibles.

El pensamiento profundo nos invita a este abordaje poco practicado desde el área de gestión; por eso los planes hay que rediseñarlos y cambiarlos sobre la marcha ya que no hemos podido ver todo el panorama.

Para tener éxito debemos partir de que el año próximo todo habrá cambiado y nada será como este presente. También debemos entender que en el hoy el futuro no existe y por lo tanto no se puede predecir. Pero sí podemos reflexionar en que pasaría si cambiamos algunas premisas , o sea si las cosas fueran diferentes. Que cambia, como impacta ese cambio y cómo nos va a afectar. No se trata de tener las respuestas sino de hacer las preguntas correctas.

Dejamos de lado nuestro rol pasivo frente al futuro, las cosas cambian y eso no se puede evitar, ¿sólo voy a ser un espectador o me voy a convertir en protagonista? ¿Voy a aprovechas las oportunidades de cambio, y los voy a generar o simplemente esperaré a que otros los realice?

Todas las profesiones se sienten amenazadas por el avance de las nuevas tecnologías, entonces, ¿qué es lo que nosotros pensamos que deberíamos hacer como profesionales de las ciencias de la información?

Para pensar el futuro debemos dejar de lado todos nuestros sesgos y así avanzar, soñar un poco y salir de la realidad actual, creando la futura. Los cambios siempre vinieron de la mano de los sueños de un visionario.

Sabemos que hay múltiples futuros posibles y el pensamiento de futuro nos permite mapear esas realidades complejas que se podrían presentar, para analizar y comprender su impacto en nuestra vida personal y profesional.

La tormenta de ideas que podemos practicar con nuestro equipo de trabajo nos acerca al futuro y al diseño de un escenario posible, a veces podemos ser nosotros el futuro, los que lo digitamos, es simplemente una cuestión de animarnos y ser protagonistas.

Peter Drucker dice que “la mejor manera de predecir el futuro es creándolo”; por lo tanto, esta premisa nos demanda tener un rol activo en el diseño y creación de ese mundo posible, del diseño del nuevo rol profesional y de crear la necesidad en la sociedad de nuestros servicios.