Una mentalidad de crecimiento

Nuestro cerebro es complejo y trabaja en paralelo realizando predicciones y asimilando información de manera continua.

Es sumamente manuable por eso las experiencias vitales provoca que se reorganice y este proceso de adaptación continua es el que nos permite aprender durante toda la vida. Todas estas características son las que nos permiten desarrollar una mentalidad de crecimiento, que nos permite afrontar los retos que se nos presentan diariamente al creer que nuestras habilidades personales pueden desarrollarse, entonces, podemos afirmar que la mejora siempre es posible.

Según Carol  Dweck[1] podemos distinguir dos tipos de mentalidades:

Mentalidad fija: según las personas las cualidades están talladas en piedra. Durante su vida estas personas tratan de confirmar aquello que les han dicho, que son o no inteligentes, que tienen capacidad o no para triunfar en la vida, que son o no mediocres, etc. Este tipo de creencias provienen de lo que les dijeron sus padres y/o maestros. Cuando crecen estas personas consideran que nada de lo que hagan cambiará ese destino. Para ellos sus éxitos, logros, inteligencia, están condicionados genéticamente o por la suerte.

Mentalidad de crecimiento: según las personas las cualidades se cultivan mediante la práctica, el esfuerzo, la dedicación, por eso, cualquier persona puede cambiar y crecer, todos tenemos la oportunidad de alcanzar los objetivos que deseamos.

Las personas con mentalidad fija no pueden encarar los obstáculos, consideran que los problemas surgen por su incompetencia y que el destino está en su contra, por eso estas personas se inmovilizan y asumen conductas autodestructivas.

En cambio, las personas con mentalidad en crecimiento toman riesgos, enfrentan retos y se mantienen con una mentalidad positiva. Ante un contratiempo simplemente se esfuerzan más para poder superarlo, y no se fijan en la actitud de los demás, simplemente viven sus vidas.

Además las personas de mentalidad fija huyen de los problemas, mientras que aquellos que están en crecimiento aprenden de los errores y los corrigen. Sienten atracción una atracción irresistible por los desafíos.

Siempre se puede mejorar la inteligencia, de modo que la mentalidad de crecimiento parte de una premisa real, esta creencia de que es posible desarrollar nuestras capacidades personales nos permiten afrontar de manera adecuada los desafíos que plantea la vida cotidiana tanto en el ámbito personal como en el profesional.

Desde la perspectiva educativa esta mentalidad permite al alumno mejorar su rendimiento académico y su aprendizaje. De ahí la importancia de conocer el cerebro humano y de crear un clima emocional seguro en el aula con expectativas positivas.

[1] Psicóloga y profesora de la Universidad de Stanford.