Percepciones

Todos los días nos relacionamos con personas, en nuestra vida privada, mientras viajamos, en el trabajo. Necesitamos expresarnos y tener compañía ya que los humanos no sabemos estar solos. Pero, cada día, luchamos con una serie de susceptibilidades que nos acechan. Muchas veces los mensajes que percibimos son inconexos, productos de creencias preconcebidas y es aquí donde lo importante es aquello que supongo, creo, siento, que escuché o me dijeron.

Siempre nos movemos entre dos mundos: el externo que se vincula con las relaciones que mantenemos con otras personas, tanto en el plano personal como el laboral. En cada uno de ellos  obtenemos resultados positivos y negativos.  El segundo mundo es el interno que tiene que ver con las interacciones de nuestro mundo de creencias personales, resultado de nuestras experiencias del pasado, algunas propias y otras que han pasado de una generación a otra.

No obstante, debe quedar en claro que somos nosotros mismos los que creamos nuestras oportunidades, nuestra realidad.

Esas oportunidades deben enfrentarse previamente a nuestras excusas, temores y preconceptos. A partir de este punto comenzamos a crear conjuntamente de manera externa nuestra relación e influencia con los otros.

Somos el resultado de interacciones y contradicciones de nuestro pasado, nuestra genética, de la influencia de nuestros ancestros, de la sociedad y del país en que nacimos, de la religión que practicamos, del colegio en que transitamos nuestros primeros pasos, nuestros padres y entorno familiar, nuestros primeros amigos y/o conocidos, o sea, de todo aquello que hemos vivido y nos ha rodeado desde que nacimos hasta la actualidad. Todas esas circunstancias son las que definen quiénes somos, cuáles son nuestras preferencias y que pretendemos alcanzar en nuestro futuro.

Los equipos de trabajo se conforman de personas que cargan estos “paquetes” que definitivamente les permiten tener determinadas características que comparten en el trabajo. De ahí que conectamos con rapidez con algunas personas mientras que se nos dificulta hacerlo con otras. Buscamos afinidades con los otros que no siempre se dan.

Es aquí en estos equipos de trabajo donde las susceptibilidades imperan y marcan nuestro día a día.

Es así como nos culpamos e incluso nos victimizamos con aquellas personas con las que nos resulta difícil relacionarnos de manera efectiva.  Así surgen relaciones disfuncionales que con el tiempo se profundizan produciendo desgaste e incomunicación con el otro.

Para evitar este tipo de situaciones debemos tener en claro que las percepciones tienen un gran margen de error en especial cuando nos lleva a juzgar al otro sin conocer su historia y entender el porqué de su actitud,   dejar de lado esa postura de tener siempre la razón, considerar que cada experiencia es única y que indudablemente nos dejará algún aprendizaje, o sea la humildad del conocimiento sin juzgar quién es su portador (más o menos grande que yo, posición jerárquica similar, superior o inferior), constituye una de las virtudes más relevantes de un buen líder.

Es una tarea difícil sentarnos a debatir con nuestras propias creencias, preconceptos y estereotipos en especial en el momento de tomar decisiones. Pero es la única manera de asegurar nuestra imparcialidad. Si no conocemos y aceptamos que tenemos defectos propios de nuestra manera de mirar al mundo no podremos avanzar y convertirnos en buenos líderes.

Si no dejamos de lado lo preconceptos no podremos avanzar e integrarnos en diferentes equipos de trabajo.

Los humanos nos caracterizamos por nuestra necesidad de socializar y compartir y para satisfacer realmente esas necesidades sin herir a los demás, debemos entender que somos los únicos responsables de nuestras circunstancias.