Lo único que podemos hacer es diferenciarlos y aprender a superarlos para que no nos produzcan distintos tipos de daños.

 

El estrés es la respuesta que da nuestro organismo a diferentes situaciones. No podemos considerarlo como que siempre es malo, ya que nos mantiene alerta, agudizar nuestros sentidos y activar nuestra creatividad. Claro, que esto solo ocurre si la persona sabe llevarlo de manera adecuada, en caso contrario puede producir estragos.

 

Esta situación debería ser temporal, y una vez superada, el organismo debería regresar a su estado natural. De esa manera se evitan secuelas que podrían producir graves desordenes en el organismo.

 

Podemos mencionar los diferentes tipos de estrés:

 

• Agudo: suele ser el má común y la sintomatología consiste en angustia, ansiedad, problemas musculares, dolor de cabeza, mareos, etc. Por lo general este tipo de estrés se supera en el corto plazo y todo vuelve  a la normalidad.
• Agudo episódico: se trata de una versión del anterior que aparece frecuentemente y que provoca mal humor, migrañas, hipertensión, dolor de pecho, enfermedades cardíacas. En este caso ya se necesita de ayuda profesional para no sólo superar el estrés en sí, sino también para revertir estos síntomas que ya afectan a la salud de manera letal.
• Crónico: ocurre cuando no se encuentra una salida a la situación y el individuo se siente atrapado. En estos casos pueden haber actos de violencia, suicidios, ataque cardíaco, accidente cerebro vascular o cáncer.  Requiere de ayuda profesional y de tratamientos largos y exhaustivos.