“Es un pequeño paso para el hombre, un salto gigante para la humanidad”.

Neil Armstrong

Hace muchos años el hombre se atrevió a soñar y llegó a la luna. Caminó por su superficie, tomó muestras, colocó una bandera y regresó a la nave que lo había transportado dirigiéndose nuevamente a casa, a la Tierra.

Fue una gran hazaña que el hombre pudo llevar a cabo empleando los adelantos tecnológicos de la época; no obstante tuvieron que enfrentar la incertidumbre, ya que el mayor temor que sintieron en este viaje fue el no saber con certeza si podrían regresar a casa, si la nave podría afrontar el viaje, y que encontrarían al llegar a su objetivo.

Nosotros, no somos astronautas, sino que somos bibliotecarios, desde hace siglos catalogamos, clasificamos, indizamos, almacenamos, y preservamos la información. Hemos empleado cada tecnología que el hombre ha desarrollado en nuestras bibliotecas, siempre hemos encontrado la forma de llegar a una mayor cantidad de usuarios para brindarles servicios de calidad. Por ese motivo es que a pesar de que muchos opinaron que la tecnología dejaría fuera de servicio a las bibliotecas, en realidad éstas se han convertido en su aliada incondicional.

Nada es imposible si se pone verdadero empeño y si se tienen objetivos claros. Así como Neil Armstrong logró materializar sus sueños de caminar en la luna y regresar a casa con un cargamento valioso que les permitió a los científicos comprender cómo es la estructura de la luna; nosotros, los bibliotecarios, podemos materializar nuestros sueños de valorizar nuestra profesión y lograr que las personas nos consideren como profesionales valiosos para la sociedad.

Indudablemente, para que esto suceda necesitamos capacitarnos continuamente. Nuestra profesión está anclada a los cambios tecnológicos desde el momento de su nacimiento. En un principio registramos la información en la piedra, luego en tablillas de barro, de madera, en papiro, pergamino, papel y hoy en día en archivos digitales. Cada momento histórico nos demandó un aprendizaje previo en relación a los soportes en los que se encontraba la información. De acuerdo al soporte hemos aprendido una serie de técnicas que nos perimieron evitar, en lo posible, su deterioro, por lo tanto hemos preservado un valioso patrimonio para la humanidad. Además, cuándo el material sufrió daños por el paso del tiempo, por agentes biológicos o por algún desastre natural o propiciado por el mismo hombre hemos tratado de restaurar ese bien patrimonial.

La tecnología nos permitió digitalizar los fondos antiguos con el afán de que los mismos pudieran ser accesibles a los usuarios en este formato. También hemos tenido que aprender que la tecnología avanza y que los formatos digitales son obsolescentes en un corto período de tiempo, razón por la que debemos migrar de manera continua la información a uno u otro formato.

Podemos decir, entonces, que como profesionales estamos todo el tiempo conociendo, aprendiendo y adquiriendo nuevas competencias y habilidades. Y justamente, desde la Consultora, los docentes que la conforman actualizan los programas de estudio que ofertamos mensualmente y sumamos nuevos programas relacionados con todos estos cambios que se producen en el universo bibliotecológico.

También podemos conquistar la luna, solo tenemos que proponérnoslo.

Desde la Consultora, todos los profesionales que forman su staff trabajamos en el diseño de programas de actualización así como de diversos servicios con la finalidad de colaborar con los profesionales del área para que puedan desarrollar exitosamente su trayectoria laboral.