Cuando volvamos a abrir las puertas

Tras el inicio de la pandemia las bibliotecas han tenido que cerrar sus puertas. Debieron dejar dentro de ellas todo el conocimiento atesorado durante tanto tiempo, con la gran incertidumbre de cuándo finalmente se podrían reencontrar con sus colecciones, sus salas, su espacio de trabajo.

Sin embargo, nada volverá a ser igual, por lo menos, no al comienzo. Ya no se podrá invitar a todos los usuarios a concurrir a las salas de estudio, tendremos que repensar las bibliotecas, sus misiones, objetivos, su funcionamiento.

Tendremos que planificar una reingeniería de servicios. Este tiempo en el que no podemos regresar debemos pensar y replantearnos que hacer y cómo hacerlo.

Por el momento, los bibliotecarios trabajan desde sus casas, acompañan a sus usuarios a través del mail, el chat, el WhatsApp, recomiendan contenidos digitales de libre acceso y aquellos que la biblioteca ha adquirido por licencias de uso. Su trabajo es más arduo y de más cantidad de horas, las consultas llegan constantemente y cuando los usuarios son muy conocidos en el servicio, son casi amigos, las historias son más fuertes ya que además de consultar por bibliografía los usuarios comienzan a contarnos como están, cómo está su familia, nos dicen que se sienten solos, que a veces tienen miedo, que se enteraron que muy cerca de su casa varios vecinos se enfermaron, que uno de ellos ya no volverá, y las historias, sus historias, sus voces, miedos, vivencias en este período oscuro se entrelazan con las historias de los bibliotecarios, quiénes prestan su oído para que el otro, que necesita conectarse, se sienta escuchado, comprendido y también consentido.

Y por eso nuestro trabajo se diversifica, no sólo pasamos largas horas frente a la pantalla seleccionando los mejores recursos que podemos encontrar o que podemos adquirir, sino que además, llevamos sobre nuestros hombros un tendal de emociones que nos dejan nuestros usuarios.

Nos damos cuenta que somos trabajadores esenciales, útiles, necesarios e incluso imprescindibles para nuestros usuarios, somos los facilitadores del conocimiento.  Y como facilitadores debemos encarar un desafío que es que el conocimiento circule de manera segura.

¿Qué vamos a hacer cuando regresemos a la biblioteca? Tendremos que ver el estado del lugar que permaneció durante tanto tiempo cerrado. Seguramente el aire al principio estará viciado, tendremos que controlar el estado de las instalaciones, la limpieza y desinfección del lugar, y también deberemos desinfectar el material.

Estamos ante una situación muy difícil, tenemos que mantener la biblioteca como un lugar seguro, dónde podrá volver nuestro usuario, (claro que con una serie de restricciones) y al que deberemos cuidar de la misma manera que tendremos que cuidarnos.

Por lo tanto, cuando regresemos a la “normalidad” nada será igual, y todo se convertirá en un desafío diario. Esperamos que en este tiempo de trabajar en casa seamos capaces de repensar los servicios que vamos a brindar y cómo los vamos a brindar.